Colony Park
una breve reflexion...
Una experiencia de fascismo social se quiere instalar frente a la ciudad de Buenos Aires
Frente a las costas de la ciudad de Buenos Aires, en el Delta del Río Paraná, donde desembocan aguas de los viejos ríos provenientes del corazón mismo de Sudamérica, hace ya dos años que un grupo empresarial trata de apostar un barrio exclusivo, con terrenos-lotes que de arranque tienen un valor superior al cuarto de millón de dólares. La misma empresa reza en su publicidad: “Colony Park es el primer desarrollo de vivienda permanente en una verdadera isla del Delta Argentino. Un concepto inmobiliario único en la Argentina que le ofrece desurbanizar su vida en tan solo 5 minutos. Nuestro Master Plan busca como principal objetivo mejorar la calidad de vida de sus habitantes combinando la vida urbana con la seguridad y tranquilidad de una isla privada, para ello le ofrecemos 900 lotes. (…) Tendremos un sistema de seguridad donde interactuaran personal provisto por Prefectura y agencias privadas con alta tecnología en equipamiento de prevención y control. Al estar rodeados por ríos y canales de más de 30 metros de ancho el acceso será controlado por la Prefectura Naval Argentina, todos los lotes contaran con un sistema telefónico interno por medio del cual se podrá contactar en forma rápida con la guardia.”
Emprendimientos, como este, son presentados como vectores de progreso. Sin embargo, en su génesis existe una trama que desborda el intento de una reconfiguración social que deberíamos poder advertir a tiempo para denunciarla y actuar en consecuencia. El Colony Park, por un lado seleccionó un lugar estratégico pues pretende establecerse en la primer isla del Delta más cercana a la ciudad de Buenos Aires (frente a San Fernando), y por otro se propuso un modelo de conglomerado habitacional con todo el confort de los servicios de las áreas urbanas más “avanzadas”, y basado en la protección frente a los “otros” peligrosos. El marketing del emprendimiento, palabras mas palabras menos, apela al imaginario del castillo feudal con su fosa de contención a las amenazas externas y muestra un mundo de felicidad en contacto con la naturaleza. Lo que oculta esta iniciativa privada, es que su posibilidad de existencia supuso y aun supone la violencia extrema sobre los otros, legítimos habitantes de la isla en la cual viboreaba –diría Haroldo Conti- los arroyos Anguilas y Paloma: ceibales, sausales, peces varios, pajonales, carpinchos, nutrias, y por supuesto, hombres y mujeres de la isla, familias con su singular modo de vida y trabajo. La vejación del ecosistema del humedal y de los derechos de todos sus seres vivos, puestos en el lugar común de lo natural incivilizado, cobra la forma de una exclusión indiferente (como si nada ni nadie existiera), donde no medió palabra alguna: por ejemplo en la quema o destrucción de ranchos sin contacto previo. El Colony Park al no registrar siquiera al “otro” (isleño), desconocerlo como otro (diferente) pero con derechos (igual), va más allá de lo puntual, y se perfila en sintonía con los rasgos de una época que asoma espantosamente, de lo que pensadores del renombre de Boaventura de Sousa Santos llaman “fascismo societario”: "La expansión del fascismo societario es entonces un futuro factible. (…) Si se permite que la lógica del mercado se desparrame de la economía a todos los campos de la vida social y se convierta en el único criterio para establecer interacciones sociales y políticas, la sociedad se tornará ingobernable y éticamente repugnante. (…) Este desfasamiento en las relaciones sociales, entre inclusión y exclusión, se ha profundizado tanto que se torna más y más espacial: los incluidos viven en áreas civilizadas, los excluidos en áreas salvajes. Se levantan barreras entre ellos (condominios cerrados, comunidades cercadas). Por ser potencialmente ingobernables, en las zonas salvajes el estado democrático se ha legitimado democráticamente para actuar de un modo fascista.”
Lo que alarma es que esta situación, que podría caracterizarse como anecdótica o puntual, reproduce matrices sociales de tiempos de la colonización (que supone desconocer el derecho de los otros) pero en escenarios propios del Estado-Nación moderno. Por ello parece pertinente utilizar el concepto de fascismo social para marcar la gravedad de esta experiencia que quiere gestarse en las islas frente a Buenos Aires, y que además se desenvuelve en un municipio –como el de Tigre- que registra otros hechos con un similar trasfondo. Recordemos apenas un par. Muy similar a lo que ocurre con Colony Park (cuyo presidente es Adrián Gabriel Schwartz) en las islas, ocurre también del lado del continente en Punta Querandíes, donde otro barrio privado de elite (proyecto de EIDICO, cuyo director más conocido es Jorge O´Reilly) ha cercado un territorio indígena, y pretende explícitamente adueñarse del ancestral lugar. Pero también podemos citar episodios más cotidianos e imperceptibles, pero que parecen salidos de una novela de pesadilla futurista: siendo día de la primavera de 2010, estando las costas del Río Lujan en Tigre plagadas por jóvenes celebrando con mate y guitarreada (y alguna cerveza también), mientras ataba mi canoa al muelle municipal, fui testigo del accionar de prefectura y policía bonaerense que por tierra y agua avanzaba en línea cerrada despejando el paseo público de jóvenes que atónitos se resignaban a obedecer las ordenes. Preocupa estas diversas situaciones si son vistas en conjunto, más aun en un contexto en el cual algunos sectores sociales que han abandonado toda pretensión de generar consensos masivos, buscan gobernar haciendo que la sociedad priorice la demanda por control y seguridad (sobre la vida y el trabajo), y ya deprimida, internalice irreflexivamente el miedo a todo: a la pandemia, a los pibes chorros, a los recitales, a los tornados, a compartir la bombilla, etc. La batalla por una sociedad donde todos tengamos un lugar, lo cual supone acceso a derechos y recursos, al propio modo de vida, esta hoy en juego en la defensa del arroyo Anguilas, que llevan adelante las familias isleñas, ante la mirada –digamos- silenciosa, que desde la orilla de enfrente sostiene la justicia y el poder político local.
Saludos. Diego ...
www.riodelaplatacuencainternacional.blogspot.com
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